Andrés Marchant, el pasado 27 de noviembre, durante la presentación de Cabrio, que daba inicio al festín de thrash que nos traía Exodus, dijo: “el Metal es religión”, de lo cual yo discrepo, pero discrepo de las palabras más que del mensaje, no estoy de acuerdo con el uso de la palabra religión, porque a mi parecer, el Metal no busca someter ni adoctrinar a nadie (como lo hacen las religiones), por el contrario, promueve la libertad, la tolerancia, el respeto y la singularidad de cada ser; Infiero que Marchant se refiere a lo mismo, solo que yo en vez de decir religión, prefiero decir que el Metal tiene que ver con la espiritualidad, algo que va más allá de la música, o tal vez, antes de la musica.
Yo entiendo el Metal como un tipo de expresión humana, que acepta tanto lo divino como lo demoniaco, las energías oscuras o energías negativas y las positivas, sin describirlas como representaciones del bien y el mal (como lo hacen las religiones), sino que como parte de la existencia humana y el universo.
Pienso que antes de llegar a escuchar Metal, primero nace en uno la curiosidad por temas ocultos, por cuestionar lo que nos intentan imponer, por querer distanciarse de la sociedad, tal vez parra estar más conectados “al otro lado”, y es ahí cuando comenzamos a acercarnos a la música extrema, cuando nos damos cuenta que existe un lugar donde puedes ser tú, sin dar explicaciones ni que te cuestionen, donde no existe el miedo a quiénes piensan diferente, un lugar en que habitan dioses y demonios, donde ser siempre libre y rebelde es el único requisito, luego de eso viene la conexión musical; y a propósito de energías, en el Metal conectamos nuestras almas a través de las frecuencias sonoras… es ahí donde nos unimos para siempre, como una fuerza indomable de música extrema, de horror y oscuridad, gobernada por nadie pero construida por todos, por quienes se expresan a través de la música, de la escultura, de la literatura, de expresiones corporales, de la filosofía, y de cualquier forma de liberación del instinto.
Para esos va dedicado este capítulo, para esos átomos metaleros que viajan por dimensiones desconocidas para estar presentes en este ritual, también dedicado para esos seres que dejaron el plano terrenal para expandir el imperio del metal a otras dimensiones, me refiero a Lemmy, Euronumous, Quarton, Cronos, Chuck Shchuldinner, que nos dejó un diciembre, entre tantos otros, y hoy, hago una mención especial a uno que se hará presente a través de la eterna frecuencia del sonido, haciendo llegar sus átomos hasta nosotros, en pocos días más, a Dimebag Darrel, que tanto a mi, como muchas otras personas, nos expandió el alma y sació de extasis nuestras juventud con sus riffs y sus adrenalínicos solos de guitarra.
Por Darrel, por el Metal,
por quienes nos escuchan
y por quienes les molesta escucharnos,
alzamos nuestras manos formando los cuernos,
parar darles la bienvenida a otra sesión de la música del caos, del anti-cosmos,
de la virtud del espíritu,
Y la liberación del intelecto